La pérdida y desperdicio de alimentos: una sombra oscura que nos acompaña

Carolina Herrera González, Profesora de la Carrera de Ingeniería en Tecnología de Alimentos de la Sede de Atenas

Salir a comer y pedir un plato del cual usted comió la mitad, dejarlo en la mesa y continuar con su vida… ¿Le suena familiar?, quizá una porción muy grande, usted no tenía suficiente hambre o quizá no fue tan gustoso a su paladar, el resultado es el mismo: alimento desperdiciado. Pero ¿que implica no haber consumido, por ejemplo, el otro tipo de carne que había en el plato, la gran porción de arroz servida o la ensalada de la cual toleramos consumir un par de bocados? Deberíamos interesarnos más por la respuesta viviendo en un planeta que comienza a ver el cambio climático como el monstruo de la pesadilla tornándose real, con una población de más de 7,5 millones de seres humanos (y en aumento) que debe aprender a respetar su coexistencia con las demás especies que también tienen como hogar el Planeta Tierra.

La pérdida y desperdicio de alimentos en el mundo es un tema particularmente inquietante, desafiante a la inteligencia, consciencia y supervivencia humana e incluso a lo que hemos creado como economía.  Es necesario hacer saber que cuando se desaprovechan alimentos, también se desaprovechan importantes recursos y se podrían afectar ecosistemas vitales. El suelo y sus nutrientes, agua, dióxido de carbono, luz importada desde el mismísimo centro del sistema solar, energía traducida en trabajo de microorganismos o trabajo humano y combustibles fósiles generadores de gases de efecto invernadero involucrados en los transportes, por ejemplo. Además, podríamos estar provocando la pérdida de hábitat de otras especies vitales, enfrentándolos a amenazas existenciales cuando se eliminan bosques para dar paso a más cultivos o actividades ganaderas. Todos son simplemente usados en vano cuando se pierden y desperdician alimentos.

Organizaciones como la FAO han tenido iniciativas para recolectar datos y suministrar aproximaciones a este tema en forma de algunos números. FAO (2016) reporta que en el mundo se pierden y desperdician aproximadamente 1300 millones de toneladas de alimentos por año, y con solo lo desperdiciado en puntos de venta directa a consumidores, se podría suplir las necesidades calóricas de 36 millones de personas. Si pudiéramos ver este tema en un cuadro de colores, sin duda tendríamos plasmados colores absurdamente contrastantes: alrededor de 820 millones de personas pasan hambre y 2000 millones no tienen asegurado en su día a día acceso regular a alimentos inocuos y nutritivos y, para acrecentar su magnitud, en 2017 el sobrepeso afectó a 38 millones de niños menores de cinco años y a 672 millones de adultos (ONU, 2019).

Continuando con el panorama que proporcionan los números, la afectación al medio ambiente traducida en gases de efecto invernadero asociados, es importante. FAO (2016) compara que, si la pérdida y desperdicio de alimentos fueran un país, sería el tercero más contaminante respecto a gases de efecto invernadero con cerca de 8% de las emisiones globales, por ejemplo, en 2007 se estimó que la huella de carbono correspondiente fue de 3300 millones de toneladas de dióxido de carbono. ¡Contaminación medio ambiental por ver apilarse alimentos en vertederos! Y para aquellos que prefieren ver las situaciones traducidas en dinero, indudablemente genera pérdidas también. En el año 2009, FAO (2016) calculó un costo global por alrededor de 750.000 millones de dólares. 

Dar soluciones a esta compleja situación, la que, además, se vuelve multisectorial e interdisciplinar, es de lo que debemos empezar a hablar con más frecuencia, no para normalizarlo sino para evidenciarlo y realzar más su impacto. Desde adoptar nuevos estilos de vida o prácticas cotidianas a nivel personal hasta llevarse a mesa de conversación el cómo actuar en las etapas de producción primaria, transporte, almacenamiento y transformación en las empresas y a cómo y mediante qué mecanismos los países respondan desde su legislación. Se han sugerido etapas de intervención como, por ejemplo, desde la pirámide de prioridades de gestión de pérdidas y desperdicio de alimentos de FAO (2017): prevenir, reducir, utilizar y por último descartar (aunque idealmente no se diera).

En Costa Rica trabaja la Red para la Pérdida y Desperdicio de Alimentos desde el 2014 la cual es coordinada por el Instituto Tecnológico de Costa Rica (TEC) y la conforman instituciones públicas, universidades, sector privado y es miembro de la iniciativa global Save Food®. La UTN es participante activa y desde la carrera de Ingeniería en Tecnología de Alimentos está realizando propuestas desde el Trabajo Comunal Universitario (TCU) así como desde de la investigación para generar conocimiento y avances en esta temática en el país.

Nos enfrentamos ahora a una pandemia que modificó nuestra normalidad de vida y eso incluye la forma en que se opera en el mundo, las logísticas, la disponibilida y probablemente el arraigo a la vida nos ha hecho pensar en la disponibilidad de alimentos y eso nos debe hacer, sin duda, revalorarlo en todas sus dimensiones. La naturaleza ha creado el mejor modelo de eficiencia de recursos, ha acomodado sus piezas para que nada se desperdicie, para darle un uso o aprovechamiento a todo volviendo aquello más complejo a algo más simple y así, eso tan simple volverlo a hacer complejo. No somos ajenos a ella, debemos reconectarnos y desde nuestra humanidad, aprender a llevar su ritmo e imitar sus eficientes métodos.

Si bien es cierto que son necesarias medidas en las otras dimensiones de la cadena alimentaria, nosotros como consumidores podemos iniciar haciendo cambios en nuestras actividades y estilo de vida, seamos parte del cambio. Acá algunas recomendaciones, ¡manos a la obra!

- Haga una lista de alimentos para ir al supermercado y respétela! Así compra lo que realmente necesita y piense siempre en comer saludablemente.

- Revise las etiquetas y las sugerencias para conservar y almacenar los alimentos.

- Tenga el cuidado de consumir todo aquello que compraste primero o que tiene una fecha de caducidad más cercana, trate de organizar la alacena y refrigeradora para que esto pueda ser cumplido.

- Si sale a comer y le sobró de lo que ordenó… lléveselo a casa!! ¡Llevar los sobrantes a casa está de moda! Pero eso sí, refrigérelos y caliéntelos muy bien (por encima de 75 °C) y ojalá los coma tan pronto como sea posible.

- Procure mantener los alimentos que necesitan refrigeración en el refrigerador (0-5 °C) lo máximo posible, por ejemplo, use el queso crema y guárdelo de inmediato, no lo deje fuera por largos períodos de tiempo, ya que esto disminuirá su vida útil.

- Compre también frutas y vegetales “feitos”, la forma y el tamaño no hacen que sean menos nutritivos.

- Prefiera consumir primero los productos más maduros.

- Use los tallos y hojas de los productos vegetales para preparar otros platillos deliciosos.

Fuentes consultadas:

FAO (2016). Pérdida y Desperdicios de Alimentos en América Latina y El Caribe. Boletín 3. Disponible en http://www.fao.org/3/a-i5504s.pdf

FAO (2017). Pérdida y Desperdicios de Alimentos en América Latina y El Caribe. Boletín 4. Disponible en http://www.fao.org/3/a-i7248s.pdf

ONU (2019). Más de 820 millones de personas pasan hambre y unos 2000 millones sufren su amenaza. Disponible en https://news.un.org/es/story/2019/07/1459231